Hoy me daba cierta vergüenza hablar con ella. Y la he mirado con los ojos entornados, como un lobo. Sus senos grandes y duros se han ido rebotando, rayas azuleléctrico y negras.
Luego he mirado a aquella otra, me he despeinado convenientemente, he cruzado las piernas. La miraba unos segundos, luego seguía con lo mío, charlaba con alguien, reía. Y la miraba de nuevo. Sólo y exclusivamente por ver si me miraba.
He llegado y me he sacudido la polla. Al final, arrastrarme con los pantalones en los tobillos hasta el cuarto de baño. Ese sonido del semen cuando cae en el agua del inodoro. Luego el espejo.
Bernhard Riemann fue un tímido: ¿no vio que el alcohol podía salvarle?