sábado, 26 de enero de 2008

Ay, Cesare

Pavese creó eslóganes. Se suicidó. Hubiera sido un buen generador de mercadotecnia poética.

"La muerte tiene una mirada para todos"

Hace frío y suena un piano y Madrid queda ahí fuera, replegada, lejos de mi antro de periódicos revueltos y de bolitas de polvo que se desplazan flotando de esquina a esquina cuando arrastro los pies.

Pavese. Ay, Cesare. Ay Pavese querido.

Las exnovias son como interrogantes rojos colgando de un árbol clavado en mi pecho, ahorcadas.

Se balancean levemente cuando el viento de la nostalgia agita mis bronquios. Las quemo pero rebrotan, cada vez más amargas.

qué oscura está la azotea; me gustaría pintarla con óleos. o dispararte.

soy un lametón de jirafa y la vida es paisajes. Marcar goles por la escuadra y esperar los abrazos. Eso era la vida, pegarme con Jaime, a muerte, en el recreo de las 10.15. Ser el último atrapado cuando jugábamos a pillar.

electricidad en el cielo de enero, luces tímidas en las habitaciones, fantasmas regulares que se sonríen entre sí. yo les guiño un ojo y me pregunto por qué y cómo y cuándo dejé de marcar goles por la escuadra.

Soy como un país que rechaza su propia población. Insisto en mi deseo de ser desértico.

Ya nadie inventa nombres como

súpermirafiori

Cada vez menos mujeres. Todas ya usadas. Todas ya heridas, como yo.

Las personas nuevas que conozco me parecen variaciones de otras que ya conocí. Síntoma de vejez.
buenas noches, buenas noches, el formato, ineludiblemente, condiciona el contenido.

¿Se puede morir ingiriendo acuarelas?

Te recibimos con los brazos abiertos como tijeras y una alfombra roja, Pavese.