martes, 29 de abril de 2008

William qué coño miras (te miran)



Y ahora las 23.33 y las caras de las mujeres que vienen en oleadas.

Todos esos ojos que te han mirado hoy y que te han pensado, todos esos terribles reflejos, esos gemelos que no has lamido (y cómo te hubiera gustado agacharte y lamerle los gemelos, por ejemplo, a ana) y que se iban tensando

uno y dos y uno y dos y uno y dos

Qué sueño y qué cansancio.

La tristeza es una función directa del número de miradas.

René en el zoo



Teoría de las catástrofes esta mañana de luz y cafeína en Madrid.
Ver pasar las mujeres con una ligera sensación de desapego, como quien ve pasar buques de guerra
o vendedores ambulantes. ¿Dónde viven los vendedores ambulantes? ¿Dónde van las mujeres de cuellos drácula, de muslos orca, de ojos faro?
Yo me siento en la terraza del bar de la esquina y los veo pasar: mujeres y vendedores ambulantes.
El café debe beberse deprisa, porque sólo de ese modo penetra en uno el desasosiego tremendo de la urgencia, del carácter perecedero de nuestras pequeñas cajitas individuales de existencia.
Miro los tobillos, elásticos, mientras enciendo un cigarrillo. No tengo tiempo. Hay que ser absolutamente veloz. Ser más rápido, desafiar a la apacible luz que hormiguea en tus muñecas, entrecerrar los ojos, olvidarse de todos aquellos paseos en una Praga nevada y perfecta.
Hay que ir corriendo al zoo.
¿Recuerdas cuando fuimos al zoo?